Martes por la noche, alrededor de las 8. Mariana y Rodrigo se menean armoniosamente bajo las sábanas. A pesar del crudo frío que se pronuncia fuera de las paredes, ellos sienten el calor de sus pieles desnudas, mientras Rodrigo toma los pechos de Mariana y pellizca sus pezones. Gimen poco, no les gusta hablar, están más interesados en el placer que en ellos mismos. La escena es interesante mientras pasan los segundos que se hacen breves minutos. Ahora están intentando otra posición, Rodrigo se posó encima de Mariana, intentan ser creativos. No siempre se da la oportunidad así que hay que dar lo mejor de uno.
Finalmente, mariana se posa sobre Rodrigo mientras este, recostado, no tiene nada más que hacer que observar a la joven morena de pelo corto agitarse mientras la sostiene por las caderas. Están así no más de 50 segundos cuando se viene el orgasmo, el momento sagrado del placer carnal en el que, por una milésima de segundo, una locura absorve los incontrolables cuerpos y se oye un sordo chillido seguido de un fuerte suspiro hasta que la exitación se desvanece.
Mariana le susurra algo en la oreja a Rodrigo, y luego sonríen.
Se visten sin mucho apuro, aún son las 8.30. Mariana invita una copa de limonada a Rodrigo para poder refrescar el cuerpo luego del exitoso orgasmo. Luego se despiden, satisfechos. Mariana despacha a Rodrigo, se dan un beso en la mejilla, y Rodrigo desaparece en la oscuridad de la calle. Y Mariana, con una mirada pícara, sonríe y recuerda lo que susurró a oído del joven:
"Fue un placer conocerte".