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Todo suele suceder por una causa que no logramos descubrir de inmediato; Al final, no hallamos casualidad sino causalidad

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Alba de fénix


He de renacer
Por que así he querido
Por que de mis errores aprendo
De mis logros existo

He de renacer
Por que en amor del sosiego
He encontrado una esperanza
En la que voy muriendo

He de renacer
Por que en la amargura de mis noches
Aferro una luz de farol, una vela
Y un beso que me cuide

He de renacer
Por que tú me has convocado
Por que de beso a abrazo
Me has enamorado

He de renacer, como un fénix de cenizas
Por que de dolor y traición, he sonreído
En tus brazos, en tus piernas; calor
En tus manos; ternura. En tu intimidad: Pasión.

He de renacer, por que de una tormenta que no acababa
has surgido de la servidumbre del mundo
Y en mi pecho -como rayo- tu nombre has escrito

He de renacer... Por amor
Por que si he de morir mil veces por tí
Otras mil veces y millones más moriría mi amor.

Por tí, voy a renacer

martes, 17 de noviembre de 2009

La costumbre



El amor es una fuente de energía que fluye a través de los sentidos y el espíritu. Es un complemento para que el ser humano alcance su felicidad, y se sienta completo, ya que -por constituir un ser sociable- el humano necesita compañía, no puede estar solo.


Si nos centramos en el amor de pareja: Vaya, qué fantástico sentimiento de gratitud, placer, complementariedad: Es un poder. No obstante, cada relación se ve tentada en un momento dado por el cansancio, costumbre. De repente, todo parece tornarse en una rutina tediosa que se repite como un video musical que de tanto reproducirse, pasa de ser el favorito al aburrido. ¿Qué pasa entonces con la pareja?.... Surgen despavoridos conflictos e ineptas discusiones. Crece una susceptibilidad que se arma de puños y dientes para estar a la defensiva. Una relación, en esta etapa... cruza la prueba final del amor.


la costumbre es una manera de expresar el cansancio por algo, se pierde "La chispa" que emanó el amor y lo encumbró en aquél lugar que llamamos Pasión.


El amor... decae, más no muere. Se necesita regresar en el tiempo, buscando... y escudriñando en las memorias por aquello que dio luz a la chispa, la magia... "La primera vez que te vi...", "La primera vez que sonreíste"... "La primera vez que cenamos juntos...", "La primera vez que conociste a mi familia", "La primera vez que fuimos al cine", "La primera vez que hicimos el amor"....


Y de esa manera, dar en la memoria con "Qué hacíamos para mantenernos tan unidos y apacibles, hallando sosiego mutuo". Pero este es un trabajo de equipo, por que la pareja es un equipo, y se empieza con reconocer que la relación está mal. Hay parejas que no desean admitir su situación, porque "Después de tanto tiempo juntos... ¿Arruinarlo todo de una diciéndole que para mí la relación está mal?" Más al contrario, hay que hablar juntos, y aceptar que el color rosa se ha manchado, y la fantasía que prometía una eternidad de amor ahora se ve tentada por la rutina que no hace más que poner comas y puntos, y pronto, un vacío -un final.


La comunicación es la herramienta más útil en todo tipo de relación; familia, negocios, trabajo, escuela, universidad, religión, política, etc. En una relación, la comunicación se basa en la confianza mutua y el respeto recíproco; La comunicación es enemiga del sarcasmo, indirectas, la mentira, el silencio.


Comunicar es muy distinto de reclamar, culpar, regañar, gritar, por que el fin de comunicar es decir "Ey, tengo algo para decirte y es importante, quiero que me esuches con atención". La pareja tiene muchos problemas por que no hay buena comunicación, y eso es uno de los factores principales para conducir la relación hacia conflictos, malentendidos, celos, mentiras, traiciones, y todo lo negativo que podamos sacar. En una comunicación óptima no solo Hablo, sino Escucho.

Por ello que es importante en una pareja, en ese romance, para que perdure y no quede en un futuro, cenizas en el viento que sólo traen malas memorias. El amor es un don, un don que posee gran poder, desde el amor a uno mismo, es maravilloso, y con amor a una persona especial, es mucho mejor (hablamos claro, de que la otra persona corresponde al sentimiento).


Yo tengo una relación de casi 2 años de duración. Fue difícil cuando tuve que dar con que mi pareja y yo no íbamos bastante bien, algo estaba fallando. Desde un principio, recurríamos al buen arte de la comunicación, pero en algún momento, falló... significando terribles daños; iniciaron los sarcasmos, primaron los mensajes indirectos, el silencio... Qué horrible es el silencio....

Pero luego, nos preguntamos ¿Qué sucede? Y nos percatamos que adolecíamos síntomas de Costumbre. Así que ambos admitimos que no estábamos bien, que necesitábamos ayuda -de nosotros mismos- para salvar la relación. Si dejábamos que crezca el problema, nunca más sería posible hablar sin ofendernos, mirarnos sin recelo, abrazarnos sin aburrimiento; por que de fondo siempe hay amor... pero en primer plano está la rutina. Así que planeamos nuevas cosas, nuevas actividades, aunque a un principio parecía no haberlas, conseguimos innovaciones ¡Empezamos a cumplir fantasías sexuales! Comenzamos a conocer amigos en común -para evitar los celos- y tener más distracciones. Hasta ahora, seguimos intentando, pero no es fácil.


Una pareja se ve aturdida por el pasado, pero hay que aprender que "El presente es un regalo, no por nada se llama presente". Cuando se inicia una discusión... pregúntense ¿Vale esto la pena? ¿Que conseguiremos? Al final, será lo mismo, una semana de enojo y silencio, y luego volveremos a hablar... ¿Qué fin tiene si simplemente podemos dejar de discutir y reírnos de esto?... Créanme, funciona.


Así que, la costumbre es una señal de emergencia, es una fiebre que indica que algo anda mal. Presten atención a la fiebre, ¡¡¡y comuníquenlo!!! No vale la pena quedarse en silencio, preguntándose si la pareja también piensa igual. Una pareja es un equipo, disfruten el presente, no vivan frustrados por el pasado, y temiendo por el futuro, así sus días serán sólo desperdicio.... ¡Vivan la Vida! Aprecien el presente, el amor que tienen, el don que poseen. Crezcan con amor, cuando el amor es tal, no impide a la persona crecer, más al contrario, ayuda a la superación.



¡Te amo mi vida! Sé que somos un gran equipo, y podemos lograrlo, no importa si caemos, ¡Pero caigamos juntos y así será más divertido levantarnos!

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La urna y el epitafio


Cuenta la leyenda que hace tiempo, más de lo que se pueda imaginar, en los adentros de un inmenso bosque encantado, había una pequeña aldea que se enfrentaba a la soledad del mundo, aislada del todo y sometida a la nada, perdida en el olvido, sin poder ser recordada jamás.
Los habitantes de la aldea caminaban por las mañanas a través de las nieblas penumbrosas. Por los atardeceres recorrían caminos de amargura, y por las noches, dormían acompañados de su soledad. Sus sueños se sumergían en abismales recuerdos de lo que nunca había pasado. La aldea estaba dormitada en una interminable pesadilla que prometía no acabar jamás.
No obstante, con el pasar del tiempo, en un lejano rincón de aquella pequeña aldea, había nacido un peculiar ser de corazón inocente y alma suave como el algodón. Su destino había pertenecido a una peculiar misión; Ser curandero.
Al crecer, el niño, fue fantaseando con historias que solo en horizontes desconocidos existían. Su ignorancia se convertía en sabiduría, y su debilidad en fuerza. Y cuando se hizo hombre, tomó el rumbo que su destino le había regalado, y se dedicó a la habilidad de poder curar a su gente. No solo curaba las heridas del cuerpo, sino las del alma. Pues el curandero poseía una habilidad peculiar que hasta ese momento era desconocida, una fuerza muy rara que sorprendía a todos. El curandero solía sonreír y contar utópicas realidades, hablando de cariño y amistad, de sinceridad y recíprocas acciones, cosas que para toda la aldea eran totalmente nuevas, una luz, una vela encendida. El curandero estaba dando vida a la aldea.
Sin embargo, poco después de que el curandero había nacido, en un rincón opuesto al de donde él había llegado desde el cosmos, había sido engendrado por la luna un ente misterioso, cuyo destino según las estrellas que lo protegían y observaban, era el de ser un poeta.
Este otro personaje, de niño había aprendido a manejar la palabra, a formar nuevas e incluso descuartizar otras que para él podían ser malignas, como “Egoísta”, o “infiel”.
Cuando llegó a ser incauto, pues aún no llegaba a ser hombre, además de que era menor que el curandero, se dedicó a prácticas hermosas y maravillosas; Utilizaba y jugaba con las palabras, uniéndolas en pergaminos con una pluma, haciendo que al ser fusionadas, tengan un ritmo armonioso y un poder mágico que hacía apoderar el alma de quienes las leían por algo incontrolable que el poeta había decidido llamar sentimiento.
El curandero sin embargo, no sabía de la existencia del poeta, aunque la presentía e incluso a veces la percibía. El poeta sufría por lo mismo hasta en sus sueños, viendo una rara sombra con una túnica blanca que le sonreía y le hablaba de un sentimiento que hacía sentir felicidad, locura y pasión. Cada mañana, el poeta intentaba definir lo que ese personaje raro le describía en sus sueños, siempre sin éxito.
El curandero por otro lado, en sus sueños, veía a un joven portando un montón de pergaminos y una pluma, que le repetía seguidamente una palabra extraña que jamás había escuchado; Amor… amor… amor…
Por su lado, el curandero también intentaba adivinar qué era esa palabra, de donde venía y más aún quien era el joven casi adulto que se presentaba en sus sueños.
Ambos tenían una conexión, pero se hallaban en rincones opuestos de la aldea. Y cada noche, tras cada sueño y cada despertar, nuevamente se preguntaban si podrían saber qué era lo que veían tanto y repetidas veces en sus sueños.
Hasta que ambos fueron llamados por sus dimensiones, por los universos de donde provenían, prometiéndoles un viaje para poder visitar sus orígenes, pero el poeta para ello debía ir al sur, y el curandero al norte. La luna había llamado al poeta a ver junto a Artemisa, las estrellas y su significado, y le había prometido también darle el regalo del conocimiento, y de la madurez.
Al curandero por otro lado, lo había llamado el quinto océano, para que en sus profundidades se encontrase con Poseidón, quien le enseñaría el arte de calmar con el agua la sed de maldad, para acabar con la malicia del cosmos. Le mostraría también los secretos de la vida y la debilidad de la mortalidad, para poder saber cómo prevalecer inmortal. Asimismo Poseidón le regalaría el don del discernimiento y la juventud, para que nunca se vuelva como todos los adultos; Amargados de su existencia.
Y así entonces, el poeta y el curandero caminaban rumbo a sus destinos, comprometidos a una experiencia que por mucho habían estado esperando. Hasta que en un ocaso de sol, entre el atardecer y la noche, se toparon frente a frente, sus miradas chocaron bruscamente, y sus almas impactaron con la fuerza de mil rayos.
El curandero observó bien al poeta, llevaban un montón de pergaminos en el brazo derecho, y en la mano izquierda llevaba una pluma. Lo había visto antes, siempre, en sus sueños.
Y el poeta también sintió lo mismo, ese hombre con túnica blanca, esa sonrisa, lo había visto muchas veces de dormido.
El curandero entonces con una sonrisa tímida, le dijo al poeta:
“Dime, tú que ahora puedo verte ¿Qué es el amor?”
El poeta quedó un poco perplejo ante esa pregunta, pero luego, sin saber muy bien por qué, le respondió:
“El amor es… lo que te hace sentir felicidad, lo que te vuelve loco de pasión, lo que te hace adorar la esencia de otro ser”
Había ocurrido una magia extraña, una conexión casi imposible hasta para los dioses; El poeta que no sabía lo que era amor, acababa de definirlo, pero solo por que el curandero ya lo había hecho antes en sus sueños, aunque aún no había encontrado una palabra concreta para definirlo. Ambos habían creado una nueva palabra, habían fusionado sus entidades para dar a luz a un sentimiento, a un término que involucraba tanto a la vez… amor.
Se detuvieron para contemplarse mutuamente, y se dieron cuenta que no solo habían creado la palabra amor, sino al sentimiento en sí, por que lo sentían, era raro, era hermoso, era loco, era… era amor.
No obstante no pudieron detenerse, no pudieron siquiera jurarse una eternidad, juntos. Cada uno llevaba un camino distinto, y quien sabía el tiempo y la distancia que los separaría. Pero se amaban, eso lo sabían, lo sentían.
Entonces el poeta sacó un pergamino de los que tenía, y con su pluma escribió un poema hechizado, un poema que nunca antes había estado lleno de tanta inspiración, de tanta pasión, de tanto amor… escribió lo que decidió llamar, un epitafio.
Entonces el epitafio apergaminado estuvo listo, sellado con un beso eterno del poeta, marcado con sus dóciles labios que regalaban un amor puro. Pero el pergamino se ajaría, las lluvias lo mancharían, el barro lo consumiría y borraría las palabras escritas en él. Entonces el curandero sacó de entre uno de los mil bolsillos de su túnica, un pequeño frasco cilíndrico, hecho de cristal, un cristal único que no existía en ningún otro lugar, que servía para curar y proteger cualquier sustancia que se guardara dentro de ella. Enrolló el pergamino y lo puso dentro del frasco de cristal, y decidió llamar al frasco, una urna. El epitafio estaba protegido por la urna de cristal. Un beso sellado y protegido por el afecto de otro. Y lo guardaron en un lugar que sólo los dos conocían, un lugar donde habían jurado encontrarse en su camino de vuelta.
“Nos volveremos a ver” le dijo el poeta al curandero, susurrándole en el oído. No quería que las estrellas escuchasen la conversación, por que podrían querer intervenir en ese amor.
El curandero le regaló una sonrisa al poeta, y con pesar, pero con muchas esperanzas, se dieron la espalda para seguir su camino, el poeta al sur y el curandero al norte, pero ambos unidos por esa palabra mágica, ese sentimiento de felicidad y pasión… ese amor.
El tiempo pasó, corrió e incluso voló…y en ese bosque infinito y encantado, en un rincón de aquella aldea perdida en el olvido, entre el norte y el sur, al pie de un sauce de madera blanca y flores violetas, sigue hasta nuestros días... enterrada a varios metros bajo tierra, una urna con su epitafio.